EL TRANSPORTE DE UN LIBRO
Plaza San Miguel, 08: 15 am |
Érase una mañana friolenta, de
esas que abundan en la ciudad de Lima y mucho más por la parte oeste de esta.
Así empezaba mi día, camino a la cárcel para ver a mi amigo que está preso en
el palacio de las corrientes de aire, donde todo se torna más turbio de lo que
creías que había en los lugares más recónditos y maleantes de la capital, pero
no es así, sin embargo te encuentras con
pasajes a través de los cristales del bus interesantes. En la segunda parada de
camino, encontré en un paradero a un tipo mal vestido, mal trecho, que a juzgar
por primeras, parecía un malandro alcohólico, un vagabundo, o lo que es peor un viajero que
dejo olvidado la maleta en el ayer, donde solo cargando su gran ticket a la
vida siniestra e irreal transcurren en aquellas líneas expresadas y plasmadas
en unas hojas color sepia, para distraer la mente y la visión.
Estaba parado esperando el
segundo bus para continuar con mi viaje por el Callao, hasta que en un giro,
encontré a una persona tumbada en una banqueta del mismo paradero, con un libro
en las manos, como si el mundo no existiese para él, tal cual se podría acostar
en su cama cubierto por una cobija y la cabeza alzada por una blanqueante
almohada, y que todo lo que transcurría
por su mente era lo que dibujaba su percepción de lo que decía dicho libro. Era
poco común encontrar a esas tempranas horas, con la apariencia poco específica
de un lector y mucho más echado en medio de la calle.
El hecho me produjo mucha
satisfacción, cual hippie viste como
viste sin importarle lo que diga la gente a su alrededor. Me pareció
deslumbrante, no tanto el hecho de como sea la persona que dibuje con mi lado
despectivo, sino por la acción que producía: paz, tranquilidad de su postura y
la admiración de lo que estaba haciendo, tal vez sin darse cuenta era lo que
provocaba a los espectadores.
Estando con un libro en las
manos, para distracción de mis cristales; recuerdo que leía Rompiendo filas de Ronit Chacham. Era un
libro muy emocionante y cultural de las acciones negativas de los servicios
militares de Israel y la negación de los que no querían servir en tierras de
ocupación –Franja de Gaza y
Cisjordania--, las cartas de los refuseniks,
y de las entrevistas que se les hacía a estos militares que sentían que no
podían unirse a pelotón de injusticia contra los civiles desde 1948 a 1967 y en
adelante contra Palestina y los árabes.
Me di cuenta lo mucho que produce
un libro, las tierras que exploras con
los ojos, mente y corazón, de querer seguir más y más con la
lectura que tienes entre manos, como también la tele transportación de muchas
vivencias que son ajenas y que las haces tuyas. Los capítulos se hacen más
cortos y más interesantes, los personajes ni que decir, los encarnas tú mismo,
sobre todo en el principal de la obra.
Este sujeto de la calle me motivo
mucho más a seguir avanzando el camino que estoy tejiendo con los ojos y
que no se hace corto, al contrario, hace
que avance con más ímpetu y la provocación de comprarte todos los libros que existen,
como si tuvieras la vida entera para terminar de leer hasta el más ínfimo
escritor reconocido por su peor literatura o escrito que haya hecho.
Esto y mucho, puede un libro
hacer con los humanos, de entretenernos, de humanizarnos y de endurecernos por
las distintas historias que conocemos a través de la lectura. Este es el gran
poder que tiene un libro.
… las palabras son mis mejores
aliadas y los libros son mis mejores amigos.
Olav A.
Amigo... Espero q vayas llevando paz y alegria a ese amigo q desde q t conozco visitas... Estoy segura q Dios t premiará y el t lo agradecerá toda la vida... Un abrazo!!!!
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