viernes, 3 de junio de 2016

VIENA

Hoy anduve por toda la mañana deambulando que cosa escribir en este blog participativo entre mi compañera de trabajo y quien habla, pero da la casualidad que ambos somos difíciles de despabilarnos, de desenrollar las emociones, la sensibilidad a flor de piel, por más que seamos muy sensibles en nuestro interior y muy observadores en cuanto a lo que nos rodea, pero cuesta manifestarlo y como el papel aguanta todo, es mucho más sencillo poder plasmarlo en este espacio que solo disfrutamos los dos, sin correcciones de estilo o ediciones de algún tipo culto o literato, pese a que, sea el que redacta un nuevo escritor y corrector de estilo literario.

No quería que pasara un día más sin alinear estas  frases hechas oraciones conjuntas que hilan una bonita o melodiosa voz interna que  recitan, por lo tanto me atrevo a dibujar las palabras exactas  para que se entienda  el mensaje que quiero llevar a quien lo lea.

Empiezo a pensar en una palabra y Billy Joel me da la magia que  espolvorea en mis sentidos, en mi grado  de sensibilidad, en la imagen que se me viene cuando pienso en Viena, la muchacha que llora sin una razón a tan solo ritmo de  nostalgia y puramente de tristeza melancólica que embarga sus entrañas, como se ve en la profundidad de sus letras de la misma canción; recuerdo un pasaje que: la niña encerrada en su armario tipo desván o ático está sentada en cuclillas llorando sin nadie en la casa, espera a por sus padres que no estaban presentes en ella, que el tiempo había transcurrido de una forma violenta, fugaz como un tren en medio de unas líneas oxidadas que como rayo  veloz pasa sin dejar huellas, es como si el envejecer no encierra nada pero a la vez todo –palabra que se utiliza en este párrafo--,  por lo mucho que las experiencias marcan en nuestra vida. De no arrepentirnos de nada porque de no ser así no se hubiera aprendido a hacer bien las cosas.

La nostalgia, la tristeza embriagada por el terrible frío de la mañana  hacen que este escenario de rienda sueltas a lo que cuán importante es estar solo para permitirse acercase a uno mismo, sin la necesidad de estar patéticamente deprimido para detenerte y pensar en ti en aquel espacio que te hayas mejor sin importar donde se ubique, ya sea debajo de la cama como cuando éramos niños, para que nadie nos veas ni siquiera Dios, eso creíamos, o algún rincón al pie de tu cama, o detrás de las cortinas de tu ventana que este arroja tu cuarto, etc. Mucho tiene que ver el lugar donde te ubiques y quieras llegar a descubrirte a ti mismo.

Cierro  este relato con tan solo quedarme con la nostalgia de que Viena espera por mí, al envejecer o al quedarme en la juventud siempre espera por mí.

Olav A. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario